Esta etapa del desarrollo está marcada por una relación de dependencia del bebé y del niño pequeño especialmente con la madre o con el cuidador principal, y la progresiva adquisición de habilidades y autonomía que preceden al inicio de la etapa escolar.

Las interacciones tempranas con los cuidadores principales sientan las bases sobre las que se irán estructurando la identidad y personalidad propias de cada niño, la regulación de sus emociones y las capacidades para relacionarse con los demás, teniendo además un importante impacto en la adquisición de los futuros aprendizajes escolares.

Por ello, la correcta identificación de factores de riesgo y la detección precoz de problemas en el desarrollo psicoafectivo a esta edad son esenciales. Como también lo es el correcto abordaje psicoterapéutico por psiquiatras infantiles con experiencia en esta etapa del desarrollo.

En este periodo requiere atención cualquier circunstancia o síntoma que pueda condicionar el desarrollo emocional y relacional del bebé o del niño pequeño:

• Prematuridad.
• Hospitalizaciones, enfermedades somáticas.
• Llantos persistentes o dificultades para calmarse, dificultades del sueño.
• Dificultades durante la lactancia o la alimentación, vómitos persistentes.
• Problemas en la interacción con otros niños o adultos, dificultades de conducta, inhibición.
• Retraso en la adquisición del lenguaje.
• Dificultades durante el embarazo o posparto.